Espiritualidad y vida religiosa

 

El largo período de la Edad Media, que se extiende desde la antigüedad tardía hasta principios del Renacimiento, está marcada por la dominación de un pensamiento: la religión cristiana. Con el paso de los siglos, la religión cristiana se había unificado, quedando sometida a la autoridad del Papa. El cristianismo empapaba toda la sociedad, desde lo más alto hasta lo más bajo de la escala social; rige la vida de las personas y va imponiendo con mayor firmeza sus dogmas, es decir, las afirmaciones fundamentales indiscutibles e intangibles..

La noción de herejía volvería a aparecer a finales del siglo X. El primer milenio está marcado por la lucha entre el bien y el mal: bajo el estandarte del Papa, la guerra santa estaba justificada contra los infieles y los herejes.

Illustration de saint Michel terrassant le Dragon

 

En la vida del individuo, esta espiritualidad se reflejaba en una preocupación constante: el perdón de los pecados y la salvación del alma después de la muerte. En su búsqueda del perdón, la vida del individuo, ya sea rico o pobre, estaba dirigida por la Iglesia. Los sacramentos, las peregrinaciones, las donaciones o la devoción a las reliquias de los santos participaban en la expresión de la fe. Para un noble medieval era realmente provechoso hacerse enterrar cerca de las reliquias de un santo o hacer donaciones a una abadía. Para cualquier persona, la peregrinación era un camino hacia el perdón...

Junto con el clero secular, que vivía «en el siglo» para guiar a los creyentes, como los obispos o los sacerdotes, estaba el clero regular, que oraba por la salvación de todos. El clero regular son los monjes, cuya vida está organizada por una regla. Desde la antigüedad se habían fundado muchas reglas, pero solo una dominaba el mundo cristiano occidental: la regla benedictina.

En el siglo XII, la Iglesia que se había hecho rica y poderosa, estaba atravesada por varias corrientes, que abogaban por un retorno al ideal de la pobreza. Durante esta época nacieron nuevas órdenes, que en ocasiones necesitaron algo de tiempo para ser aceptadas por el Papado como, por ejemplo, la orden de los franciscanos. También surgieron corrientes, que la Iglesia consideró como «herejías», es decir, pensamientos que estaban en contradicción con el dogma. El catarismo, por ejemplo, es una de estas corrientes.

Confirmation au couvent de Prouilhe des privilèges relatifs à la maison du miracle du feu à Fanjeaux