De los poderes feudales al poder real de los Capetos

Durante el siglo X, la vida se fue haciendo más difícil para las personas sin armas, es decir, los campesinos y el clero. Es la época feudal, donde se asiste al ejercicio de un poder señorial más violento sobre la población. Se trata de una sociedad sin Estado. Los condes son señores totalmente independientes del poder real. Ellos mismos se convierten en soberanos: sus vasallos detentan sus señoríos por su propia cuenta. Han jurado defender sus intereses con las armas en la mano.

En el mismo periodo y a partir del siglo XI, se multiplican los castillos. Estos lugares se convierten en el centro del poder señorial. Aterradores para la población en un primer momento, los castillos terminarían convirtiéndose en el siglo XII en lugares donde se ejercía la protección pero también la coerción del poder señorial. Es en este momento cuando muchos pueblos se agrupan en torno a los castillos.

¿Y la iglesia? La Iglesia estaba tratando de desempeñar un papel importante en la pacificación de los territorios, imponiendo una Paz de Dios, que buscaba limitar los abusos de los caballeros. Otra iniciativa crucial del siglo XII por parte de la iglesia fue la reforma denominada "gregoriana", que garantizaba su independencia frente al poder laico.

En la región de Occitania se enfrentaban en este periodo tres centros principales: Poitiers, Tolosa y Barcelona. La rivalidad entre Tolosa y Barcelona desembocó en el siglo XII en la «Gran Guerra Meridional».

 

Entre Tolosa y Barcelona hay un vizcondado, que nos interesa especialmente: el de Trencavel, señores de Albi, Carcasona-Béziers y de Razès. Los Trencavel practicaban una política fluctuante, siendo a veces aliados de Barcelona y, en otras ocasiones, acogiéndose al bando tolosano... Esta familia se las arregló para conservar su principado hasta la llegada de los cruzados en el siglo XIII.

Los cruzados no tuvieron muchas dificultades para someter una región debilitada y aún políticamente desunida. El nuevo poder de los Capetos estableció una nueva organización administrativa y judicial, asentada en los senescales, la base del poder real.

Le serment de Roland
Nimfridus
Le Pape Innocent III excommunie les Albigeois (gauche), Simon de Montfort (droite)