Abadía de Alet-les-Bains

Un pueblo medieval a flor de agua

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El pueblo de Alet-les-Bains se extiende por un meandro del Aude, entre colinas abruptas. Los impresionantes vestigios de su abadía-catedral, una de las más importantes de Languedoc, dominan en este lugar. Soportales y fachadas entramadas, jardines secretos y aguas de manantiales que sorprenden a los paseantes...

Historia[s]

 

 A finales del siglo X, la abadía de Alet pertenecía, al igual que la de Saint-Hilaire, a la congregación de Saint-Michel de Cuxa y estaba bajo la influencia de los condes de Carcassonne. Sin embargo, estos prefieren la abadía de Saint-Hilaire en lugar de la de Alet. Después de un periodo de prosperidad durante el siglo XII, el monasterio sufrió un periodo de dificultades debido a la mala gestión de algunos abades y como consecuencia de la cruzada albigense. En 1318, Alet se convirtió en la sede de un nuevo obispado.  La abadía románica se transforma en catedral gótica y las casas señoriales predominan por el pueblo. Durante las guerras de religión, fue varias veces asediada al pasar la ciudad de manos de los católicos a manos de los protestantes y viceversa. Los daños fueron tan importantes que se abandonó la catedral y se marcharon a una iglesia provisional que se convirtió en la nueva catedral. Hay que esperar hasta el siglo XIX, durante la visita de Prosper Mérimée, para que se lleve a cabo una acción para proteger la antigua abadía...

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Os ofrecemos esta guía de visita para que os ayude a descubrir alet-les-bains: la abadía, el pueblo y algunos rincones de naturaleza. Os enseñará lugares bonitos, interesantes...

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Para descubrir

Paseando

En los alrededores

En torno a la explotación de la madera, se desarrolló una actividad muy importante en el transporte fluvial en el alto valle del Aude. Para enviar la madera del bosque de Fanges, Picaussel, Capcir... los habitantes de Aude utilizaban la técnica de flote de la madera, al menos desde el Renacimiento. La madera se transportaba por tierra hasta el puerto de Quillan. Allí se hacían almadías de 10 a 15 troncos unidos con vergas de avellano. Los hombres que manejaban estas almadías, los «carras» eran muy demandados porque hacían falta muchos años, una gran experiencia, fuerza y valentía para enfrentarse a todos los obstáculos del explotado y agitado curso del río. Se les conocía como los «carrassiers». Su viaje les llevaba de puerto en puerto hasta el mar...

El viaje de la madera